De las pesadillas hasta el arte

La verdad en muchas ocasiones es demasiado dolorosa para mirarla de frente. Sostenerle la mirada sin desfallecer a veces se vuelve imposible. Por tal razón aparecen las pesadillas nocturnas. De esta forma la mente inconsciente nos obliga a experimentar aquello que estamos reprimiendo en nuestra vida cotidiana. Nos presenta una realidad disfrazada de otra cosa. Inverosímil muchas veces. Pero detrás de esos ambientes extraños y de esos personajes estrambóticos, se esconde la verdad. Nuestra verdad personal. Aquella de la que en vano tratamos de huir.

La literatura funciona de forma muy similar. También la música, el cine y las artes plásticas. ¿Porqué hay personas fascinadas con las obras de terror y otras personas en cambio les rehúyen, cuándo no, a veces incluso las desprecian?

Inconscientemente para la mayoría de personas, unos, estamos tratando de exorcizar a nuestros propios demonios, mientras que otros, huimos corriendo despavoridos tratando de ponernos a salvo. No esta mejor ni peor lo uno que lo otro. Tan sólo es diferente. Esta diferencia radica en el momento personal, único e irrepetible en el que se encuentra cada individuo. Para algunos es el momento de superar traumas y maldiciones propias u heredadas. Para otros, es tiempo de experimentar vivencias totalmente diferentes, por lo cuál, la gestión emocional de estas pesadas cargas  queda pausada,  cómo en stand by, esperando a ser resueltas más adelante.

Tanto para quienes están en una parte activa del proceso, cómo para quiénes están en un momento de pausa, las improntas que llevamos en nuestra psique están siempre activas influyendo en nuestra vida ordinaria. Pueden hacerlo de forma más o menos consciente o por el contrario, de una manera aparentemente velada. Sea cómo sea, jamás podemos escapar de ellas, tan sólo tenemos la opción de sobrellevarlas lo mejor posible hasta que logremos estar preparados para arrancarlas totalmente de cuajo. 

El artista que realiza obras grotescas, agresivas o repulsivas no hace más que representar aquello que esta vivo en su interior. Ojo con esto. En muchos casos esto no significa que el autor sea en si mismo violento. Hablemos con propiedad y cuidemos de no caer en el simplista tópico new age de que todo es un espejo de lo que tu eres. No. El artista no refleja quién es él en esencia. Sino aquello que le perturba, que le impacta, que le remueve por dentro. Para algunos ciertamente será un reflejo de su propia maldad. Pero para tantos otros, sus obras se vuelven un espejo no de lo que son, sino de lo que necesitan expulsar de su interior. Miedos, traumas e inseguridades surgen a borbotones en las obras de algunos pintores, escritores y músicos. Crear es un acto de trance. Puede liberarte, pero también atraparte. 

Muchos son los artistas que dicen que no crean por elección sino por necesidad. ¿De dónde surge esa urgencia, esa premura y esa energía frenética que tantas veces acompaña a la actividad artística? ¿Qué o quién nos da la fuerza para pasarnos días y noches despiertos, trabajando sin parar, más allá de los límites humanos de nuestro cuerpo físico? ¿Por qué se ha relacionado tanto el alcoholismo, la drogadicción, la depresión y la locura en general con los artistas? 

Crear es navegar por el mundo interior. Ir de viaje al mundo onírico y regresar con un cuaderno de viaje repleto de imágenes, sensaciones, ideas y personajes que no sabemos cómo ubicar en nuestra realidad cotidiana. No es de extrañar que quién no conoce la puerta de entrada directa a estos universos nos tache de locos, llamativos, extraños o esperpénticos. 

Cómo Alicia en el País de las Maravillas nos dejamos llevar por la curiosidad. Robamos pedacitos de tiempo a nuestros quehaceres humanos mientras el conejo blanco nos persigue insistentemente con su reloj. -Debo volver al trabajo, a dormir -o a lo que sea que tenga que hacer de mundano en ese momento -ya es demasiado tarde- piensa un artista cualquiera en alguna parte del mundo. Pero algo le impulsa a seguir pintando, escribiendo, esculpiendo, tallando, anotando en su bloc de ideas. Sabe que las musas son inconstantes, impredecibles y caprichosas. Si no deja constancia de esta idea en estos mismos momentos, la idea desaparecerá, se fundirá con sus mundaneces hasta volatilizarse completamente y tan sólo un poso de intranquilidad quedara en el corazón del artista cómo doloroso recuerdo. Una espina clavada muy adentro de algo que pudo ser, pero no fue. De una obra que fue abortada antes de nacer por no ser una hija lo suficientemente amada y deseada en un determinado momento, que por cualquier razón, nos robó la atención que nuestra pequeña tanto necesitaba para sobrevivir.


En la vida de toda persona hay siempre prioridades. Ser artista no es ni más ni menos que ser capaz de priorizar siempre -o casi siempre al menos- la presencia de las musas. Haga lo que haga un artista, sea lo que sea que tenga entre manos, lo dejará parado enseguida que pueda para anotar esa idea que le acaba de llegar. Da igual que este tratando de dormir, conduciendo, leyendo, cantando, limpiando, gestionando cualquier asunto 'importante' o incluso haciendo el amor con un amante apasionado. El artista siempre prioriza a sus musas. Es así. No tiene elección. Seguramente trate de disimular en medio de una conversación social o de una reunión laboral. Y aunque su cuerpo está presente, su mente funciona en automático mientras al mismo tiempo se disocia hacia otra realidad. La del mundo de las musas. El artista entonces está más centrando en sentir, percibir y escuchar lo que le llega desde el más allá que lo que le llega del más acá. 

No es de extrañar que luego nos digan que somos despistados, que tenemos respuestas que no vienen a cuento o que nosotros mismos nos demos cuenta de que hay conversaciones completas que nos resultan en una laguna mental absoluta. Hay situaciones que no recordamos haber vivido. Y ciertamente es así. Aunque nos aseguren que estábamos allí, no es cierto, nuestra mente y nuestro espíritu, estaban mucho más lejos. 




 

Comentarios