No pensar. No sentir. Normas tan silenciosas como implacables

Boceto de algunas de las plantas de mi patio interior - 08.04.2022

Mientras escribo estas palabras el aroma a árbol de té con algunas notas de pétalos de rosas inunda la estancia. He probado a mezclar alcohol con aceites esenciales dentro de un bote de spray. El resultado me ha gustado. Es una forma más barata, natural y sana de hacer un ambientador para casa. Además, también la uso como forma de aromaterapia escogiendo unos aromas u otros según mis propias necesidades de cada momento.

Cuca duerme tranquila sobre el sofá rodeada por los cojines rosados y morados. Oír sus suaves y rítmicos ronquidos me relaja. Me transmite paz el verla y sentirla tan a gusto. Su bienestar acaricia mi corazón haciéndome sentir feliz. La simbiosis que se crea con un animal familiar es mucho más intensa y profunda de lo que algunas personas jamás podrán entender. 

El sonido del deshumificador me esta distrayendo. Pero no me preocupa demasiado. Normalmente cuando llevo un rato centrada en mis actividades mi mente acaba por omitir los sonidos molestos. Los deja pasar a un segundo plano en donde ya no resultan molestos. A no ser que sean ruidos demasiado estridentes, o que transmitan una fuerte carga energética -como rabia o ansiedad-. 

Después de muchos días grises de lluvia y de viento por fin hoy ha salido un sol cálido y precioso. Esto nos ha permitido salir un poco al exterior y disfrutar de la temperatura primaveral que tanto he echado a faltar en estos días pasados. A la tarde, después de la imprescindible siesta, he sentido la necesidad de degustar un poco más de este bonito ambiente cuasi veraniego.

Cuaderno en mano me he ido hasta el patio interior de casa. He recolocado mi silla de mimbre ante un puñado de macetas, he sacado una mesita auxiliar, algunos estuches y las acuarelas. Me he puesto a dibujar y me he dejado llevar por la energía del día.

Este mediodía me había propuesto dibujar en el parque de perros, pero lo cierto es que al estar allí me ha apetecido más disfrutar del momento. Simplemente estar allí, sentir y observar. Ver a las perritas olisquear, tomar el sol y andar entre la hierba me transmite una sensación de inmensa calma. En esos momentos todo desaparece. Los problemas y la ansiedad se minimizan. 

Centrar mi atención en el susurro de las hojas al ser acariciadas por la suave brisa, ver como los negros y enormes abejorros danzan alrededor de las flores, oír a los pájaros que van de rama en rama y observar los intensos colores de las mariposas que revolotean a nuestro alrededor es como una valeriana para mi alma.

Con la vida presentándose ante mí con tal esplendor no podía distraerme escondiendo mi mirada entre las páginas de un cuaderno. Por más que me guste dibujar y pintar cuando estoy fuera de casa me resulta difícil sacar mi sketchbook y dedicarme a él. ¡Con tantas cosas por ver y por descubrir!

Cuca disfrutando de este día cálido y apacible
Los colores que van cambiando constantemente, la infinidad de tonos y texturas que conforman desde lo más pequeño a lo más grande, las formas más suaves y orgánicas contrapuestas por las rectas y forzadas creaciones humanas. Las pequeñas flores que se han abierto paso entre las grietas del asfalto. Los inquietos insectos que se afanan en sus quehaceres diarios indiferentes al resto del mundo. ¿Cómo puedo ponerme a leer o a dibujar con todo lo que hay sucediendo ante mis ojos en estos momentos?
Amo leer, escribir y pintar, entre muchas otras actividades. Pero cada cosa tiene su momento y su lugar. Yo necesito embriagarme con todas estas experiencias, sencillas, pero poderosas, para llenarme de sonidos, colores y sensaciones que luego fluyen en mis creaciones. A veces intencionalmente, otras veces, de forma totalmente inconsciente. 

Para crear antes debemos vivir. Conectarnos a la vida es indispensable para cualquier artista. Puedes hacerlo desde la alegría o desde la amargura. La cuestión no es siempre saber lo que sientes, sino que como mínimo, sentir.

En una sociedad en la que se esta priorizando la productividad y la efectividad por encima de todo, dejando a un lado completamente desamparadas la necesidades humanas no es de extrañar que la salud mental, en general, sea cada vez peor. En la educación se están eliminando las artes, la literatura y la filosofía. Parecen entrenar a soldados, o peor aún, a maquinas. Se está olvidando la importancia de todo aquello que nos hace personas: un corazón que siente y una mente que sabe pensar por si misma, de forma crítica e independiente. Y tristemente me temo que no es por casualidad ni por descuido, sino de una forma diabólicamente planeada con plena consciencia del mal que se esta haciendo.

No nos están permitiendo ni sentir, ni pensar. Es cierto que no nos lo impiden de forma directa, pero si de infinitas formas indirectas. Estudiantes y trabajadores debemos desarrollar nuestras obligaciones reprimiendo cualquier trauma, problema o situación personal que estemos pasando y simplemente seguir las ordenes que se nos dan desde más arriba. O, al menos, eso es lo que se espera que hagamos. Y tampoco se salvan de está locura ni los enfermos ni los ancianos. Y mucho menos los niños.

No pensar. No sentir. Esa es la ley hoy en día. No es una ley escrita. Pero es la ley que todos -o la gran mayoría- seguimos a rajatabla. Normas silenciosas pero implacables que se saben implícitas en nuestra cotidianidad y de las que solo nos puede salvar la responsabilidad personal. 

Ser responsables individualmente significa formar nuestro propio pensamiento más allá de la enseñanza reglada y hacernos cargo de conocer, cuidar y sanar nuestra psique con todas las herramientas que tengamos a nuestro alcance en cada momento de la vida.

Y una vez que empecemos o continuemos avanzando por este camino de re-humanización no podemos ni debemos olvidarnos de los demás. Enseñemos a los niños, a los amigos, vecinos y familiares lo que vamos aprendiendo. Compartamos nuestras experiencias y conocimientos en beneficio de la comunidad que nos rodea. 

Para hacer un mundo mejor, hemos de empezar siempre por el nuestro y desde este, expandir nuestra esencia más pura y verdadera.

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